" 'Hasta la fecha siempre hubo un mañana y que es lo que hicimos de lo que serían nuestros dolientes caminos que esa tarde se dividian, hacia donde anduvimos sin buscarnos que limpios fueron quedando los días y el cielo inquieto y nocturno los sueños que sorprendería... y hoy que me ha dado la suerte un camino te vuelvo a encontrar...' --Fernando Delgadillo, 'a tu vuelta'-- Sucedio anoche: Un par de obras clásicas presentadas por primerizos que tal vez no lo parecían (aclaro, taal vez), luego un reconocimiento a la directora por su larga trayectoria y finalmente vino de honor bajo la luz musical de la Quinta Gameros: una espera concluyó, varios encuentros se dieron con el sabor de los mismos abrazos: -te extrañé... -qué bueno que viniste! - No me lo hubiera perdido... Unas manos suaves cubren mis ojos, busco entre los nombres imposibles de mi pasado y no doy con ellas, tan cálidas, tan amigas que no las identifiqué. Me soltó para recordarme quién era... Era Adela, y yo a flor de lágrimas... Sólo me queda decir que fue algo hermoso: la estancia llena, muchos aplausos (risas)..." Ayer, corría yo a casa (bueno...), eché a andar el motor, acomodé el espejo, accioné suavemente la reversa, giré desde mi torso a la derecha, apoyé mi brazo en el respaldo del copiloto (¬¬) y vi una figura femenina acercarse, avancé hacia atrás (?), me detuve, la reconocí, se detuvo esperando algo... supongo que terminara de moverme, avancé hacia adelante, intentó avanzar, y eché de reversa otra vez. Frené, apagué el carro y me bajé... -¡Adela! -¡Estás jugando conmigo!... Me conmovió, sonreímos, la llevé a su junta y volví a casa (bueno...). Hoy, enfundada en mis zapatos negros altos, pantalón de vestir y blusa azul, esperaba el camión, tarde otra vez... y otra vez, me sentía desnunda. Pensaba en la contemplación inocuoa de los moluscos al atardecer, dentro del mar y fuera de él. Un tsuru guinda con imanes de gobierno del estado bajó la velocidad, sonó suavemente el claxón y pensé "Shit". Luego, se detuvo en la esquina; mi sentido común -o el morbo- me hizo voltear y ver la expresión del conductor y su copilota... francamente, preferí a la copilota, pero el conductor era muy insistente, así que me acerqué. El enanito conductor me conmovio, pero esta vez no lloré. Abordé el tsuru guinda con imanes de gobierno del estado, -abracé lo más que se puede desde el asiento de atrás- al enanito conductor y me presenté con su copilota, Muñeca me llevó al trabajo y en el camino me preguntó por mi familia y yo por su hija. Ambos fueron encuentros breves, cotidianos, como si fueran los de todos los días, de toda la vida, con la diferencia del interés, donde todo se pregunta y nada se dice; donde todo se quiere saber y solo se descubre la ironía de la distancia y la cercanía. |