Escuché que ella tocaba el tema de modo que hablaba de sus papás, de cómo se separaron después de veintitantos años, de cómo sigue su vida... de cómo la vida sigue. Escuché su voz quebrada y me partió el alma, hay que reconocer que últimamente casi cualquier tema que toque respecto a ella me parte el alma, pero no es el punto. El punto es que me partió el alma lo que dijo, el cómo lo dijo y el cómo lo siente, cómo siente la distancia de sus padres y, sí, me remitió mi historia, a mis padres, a su divorcio, a cómo ellos han vivido sus vidas unidos y al mismo tiempo, separados.

Mi mamá está enamorada, perdidamente enamorada de mi papá, eso duele mucho, duele mucho saber que ella lo dejó todo por él... incluso a él. A la primera lo dejó libre, y hoy, francamente arrepentida dice que lo único que jamás hubiera hecho sería divorciarse. Por eso se descontrola, por eso no sabe cómo tener el mando o el control y presiona... y ejerce presión donde no es y donde, evidentemente, hace daño.

Mi papá ha estado ahí, siempre, siempre para ella antes que para nadie y siempre de pie antes de verla caer, así como ella ha estado para él sosteniendo su brazo cuando parece que cae... cuando parece que caen. Él no sabe cómo llegarle a ella, aunque sabe cómo manejarla siempre, no sabe cómo toca su corazón, no se da cuenta y lo intenta y no lo ve.

Ambos han seguido sus vidas, ambos por separado, ambos haciéndose compañía. Y siempre, ambos han sido sus paños de lágrimas.

Por eso me duele, me duele una y la otra, verlos juntos y separados. Ver cómo se ven y se dicen todo con miradas y saber que sus vidas los llevan siempre a otra cosa, a otro lado, a otra decisión, cómo las deciciones que han tomado a lo largo del tiempo que llevan separados, nos han puesto a los cinco de una u otra forma donde estamos.

Si él hubiera estado en su momento, para ella, para nosotros, yo ni si quiera estaría escribiendo esto. Tal vez ya estaría a medio camino de medicina, o a medio camino del arte. No sé y no me gusta imaginarlo porque también pienso en mi hermano, qué sería de él; pienso en mis hermanas, que ambas están ahí y nadie lo nota y nadie hace nada porque no se ven. También, si ella no lo hubiera soltado, si ella se hubiera aferrado, qué sería de todos nosotros. ¿Sería yo una pianista concertina, o la niña mimada y drogadicta? Influenciable, voluble, temperamental, histérica, distraída, errática, constante, vaga, ambigua, hetero... -no eso no- sería cualquier cosa, o simplemente lo que soy, sí, las circunstancias serían otras y sí; definitivamente, mi vida sería otra. Pero no lo es, ni ellos están juntos ni lo estarán (al menos en un muy buen tiempo), ni yo voy a ser médico cirujano naval, ni se detendrá mi vida por verlos a ellos querer abrazarse y no darse más que un pálido beso en la distancia de un frío umbral.

Por eso creo en el amor tan firmemente, porque a pesar de todo, a pesar de todos; el amor flota, ahí, entre ellos, por ellos, para ellos, y así, como su cabeza los separa, los ha separado toda la vida, el amor los une; el amor los afianza, y el amor, su amor me da fe, me da la esperanza de creer, si ellos lo encontraron y lo viven a distancia, ¿por qué yo no, aunque sea también de lejos?

¿Por qué no darme la oportunidad de amar, aunque el amor implique sufrir y caer y recaer y levantarse, e inexorablemente, aprender?